El artículo de hoy de Javier Casadesús entra en una de las partes oscuras del pádel. ¿ Quien no ha tenido que subrir en algún momento que nuestra pareja de juego nos haya tratado mal durante un partido presionándonos ?. Quien más y quien menos ha padecido esta situación en la que nuestra pareja nos hace culpables de todo y lo hacie extensivo a todo lo que sucede en el partido. Es una situación nada agradable, ni para quien la padece, ni en muchos casos para los rivales (por lo menos a mi no me gusta nada).
La respuesta a la cuestión planteada en el título del artículo de hoy podría darse con una frase, lo cual, evidentemente, sería desastroso para mi futuro como colaborador en SPORT.
Dicha respuesta sería: no jugar con alguien que me echa las culpas de todo lo malo que nos sucede en una pista, que me achaca la culpa de todos nuestros males y que, en la mayoría de las ocasiones, se esfuerza por hacer saber al resto del mundo que la causa de todos nuestros males soy yo. Y además, frecuentemente todo lo anterior hecho con malos modos y gestos de desaprobación evidentes.
Pero, si la situación descrita se sigue produciendo, ¿dónde está el secreto? ¿Por qué ese tipo de jugadores en muchas ocasiones tienen cola para encontrar pareja si tratan así a muchos de sus compañeros? Hay varias razones que pueden llevar a aguantar esa situación. La primera, más evidente, y hasta cierto punto más triste, es que muchos jugadores aguantan porque sacan un beneficio a jugar con un jugador que le falte al respeto. Caso típico: soy capaz de jugar con Pepito porque es muy superior a mí, me hará ganar partidos que con otra pareja no ganaría, y todo eso lo hago a cambio de……….
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